• La plataforma Galiza sen Gas, de la que Greenpeace forma parte, publica un informe que concluye que la quema de gas pone en peligro la urgente mitigación del cambio climático en el país
  • En lo que llevamos de siglo, el uso de gas fósil creció en Galicia más que el de todas las energías renovables juntas
  • Las importaciones gallegas de gas fósil están ligadas a abusos de los derechos humanos y a la destrucción del territorio en los países de origen
  • Para cumplir el Acuerdo de París, Galicia debe poner fin al empleo de gas en la producción eléctrica antes de 2030 y acabar con todos sus usos en el año 2035

El gas fósil, mal llamado gas natural, está actuand como una barrera para la transición energética en Galicia. Es lo que pone de manifiesto el informe Gas natural, el combustible fósil que retrasó la transición energética’, elaborado por la plataforma Galiza Sen Gas (de la que Greenpeace forma parte) basándose en los datos oficiales más recientes. En lo que llevamos de siglo, marcado por la intensificación de la crisis climática global, en Galicia aumentó más el uso de gas fósil que el de todas las energías renovables juntas. 

La apuesta desproporcionada por la gasificación de Galicia hecha por los gobiernos y las empresas energéticas generó una infraestructura gasista (regasificadora, red de gasoductos, centrales eléctricas de ciclo combinado) sobredimensionada que compitió eficazmente con el desarrollo de las energías renovables eléctricas y térmicas. Un ejemplo es que el incremento acumulado de la producción eléctrica de las centrales de gas (ciclos combinados) de Sabón y As Pontes en 2008-2024 con respecto a 2007 (34.316 GWh) superó a la de los parques eólicos (30.077 GWh), incluso a pesar de su baja utilización.

La entrada en funcionamiento en 2007 de la planta de regasificación de Reganosa en Mugardos posibilitó un salto en el empleo del gas fósil y el agravamiento de los impactos socioambientales asociados. Además de contribuir al deterioro del medio ambiente local, la regasificadora de Mugardos permitió la importación de gas natural licuado. Este es aún más intensivo en carbono –y por lo tanto más perjudicial para el clima– que el de gasoducto, especialmente cuando se extrae mediante la técnica del fracking, como la mayoría del que proviene de los Estados Unidos de América (EEUU), de donde Galicia importa gas desde 2016. 

Las importaciones gallegas de gas fósil están ligadas a abusos de los derechos humanos y a la destrucción del territorio en los países de origen. África y Rusia han sido hasta hoy los principales abastecedores. Todo lo importado hasta 2007 fue de gasoducto, procedente de Argelia. A partir de 2007 la mayoría del gas se recibió como gas licuado transportado en barcos metaneros hasta la regasificadora de Mugardos. Siete países concentran el 91% de los metaneros descargados en esta planta hasta 2023: Nigeria, Rusia, Trinidad y Tobago, EEUU, Perú y Argelia.

La puesta en marcha de la regasificadora de Reganosa, cuya legalidad aún se está dirimiendo en el Tribunal Supremo, hizo posible que Galicia se convirtiera en reexportadora de gas fósil, pero la gran mayoría del gas importado se destina al consumo interno. Después de ascender de forma continuada en los primeros 10 años del proceso de gasificación (1998-2008), el consumo energético de gas fósil experimentó altos y bajos, para retomar desde 2014 una senda ascendente, alcanzando su techo en 2019-2022. Las centrales eléctricas de ciclo combinado y la industria acaparan conjuntamente un 85 % – 90 % del consumo anual gallego. La demanda de los hogares representa un 5 % – 10 % del total. 

En Galicia no sólo se utiliza el gas fósil como fuente de energía, sino también como materia prima para la fabricación de hidrógeno gris, necesario en el proceso productivo de la refinería de petróleo de Repsol en A Coruña. Paralelamente al descenso progresivo de la actividad de la refinería, hasta su cierre o transformación, sería preciso sustituir lo antes posible el hidrógeno gris por verde, obtenido a partir de electricidad renovable. No obstante, la pretensión del sector gasista de usar el hidrógeno verde como vía para mantener su posición en el sistema energético es una amenaza para una transición energética rápida y justa, en la medida en que pueda competir con la electrificación directa, más eficiente, o convertir Galicia en un hub exportador de hidrógeno verde hacia el centro de Europa, gracias a proyectos como el H2Med, con el que se integraría el hidroducto Guitiriz-Zamora, impulsado por Reganosa y Enagás.

Para cumplir el Acuerdo de París, Galicia debe dejar de usar gas fósil antes de 2035. El primer paso es poner fin a su empleo en la producción eléctrica antes de 2030, cerrando las centrales de ciclo combinado a gas fósil de Sabón (Naturgy) y As Pontes (Endesa). Un objetivo factible si se amplía la capacidad de producción y almacenamiento de electricidad limpia y se mejora la gestión de la demanda. Abandonado totalmente el carbón en 2023, el gas natural es el próximo combustible fósil que podemos dejar atrás en el camino hacia un modelo energético totalmente renovable en 2040. 

Más Información:

El informe ‘Gas natural, o combustíbel fósil que atrasou a transición enerxética’ se puede descargar aquí.Galiza sen Gas está integrada por Amigas da Terra, Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (ADEGA), Ecoar Global. Federación alega de Ecoloxistas en Acción, Greenpeace, Observatorio Galego da Acción Climática (OGACLI) y Verdegaia.

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